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Mujeres Notables Uruguayas-Nelly Goitiño

  • Fecha de emisión: 24/03/2008
  • Código: 2008-01-mp
  • Diseño gráfico: Eduardo Salgado

NELLY GOITIÑO
1924-2007


Carta posible a Nelly Goitiño
Jorge Arbeleche

Me pongo a escribir estas palabras y, de verdad te digo, Nelly amiga, que aún no se que son ni qué se podrá organizar con ellas. Tal vez, si hubiéramos tenido la licencia que el destino nos negara, algo de lo que procuro decir formara parte de la presentación formal de tu ingreso a nuestra Academia Nacional de Letras, donde tuvimos el breve, pero suntuoso lujo de tenerte entre nosotros. Recuerdo tu reacción -tan tuya- cuando te solicité tu aceptación al cargo de académica de número de la Corporación que conformamos, y tu me dijiste: ¿Por qué? ¿Qué puedo yo hacer allí, si tan solo soy una obrera de la Cultura y el Teatro?

Tanto podrías haber hecho, con nosotros, por nosotros, por los otros. Porque nunca tu tarea, tu labor, fue personal. Desde tu más profunda intimidad, te abrías en una proyección universal y solidaria, casi ecuménica, más allá de todo credo religioso. Tú eras del mundo. Estabas en él. Y lo gozabas. Tal vez no mucha gente conociera tu magnifica risa, tu alegría de vida, tu anhelo de plenitud legítima. Fuiste docente, maestra en las aulas de Primaria, en las del teatro, en las del derecho, en las de la vida en todas sus facetas.

Si tuviera que elegir una forma de recordarte, debería abocarme a una tarea harto difícil. No sabría elegir entre la mirada tuya, adormilada y como en perspectiva de los miopes, o tu voz, tu voz única, aterciopelado regalo para cualquier oído y vehículo mayor para la expresión de cualquier verso.

Hoy, ahora, elijo tu voz para engalanar este ejercicio de la memoración que es evocarte. Empresa dolorosa y necesaria, porque así como tú, con tu voz y con tu gesto, trajiste reluciente y nueva el alma de los personajes de Chejov o de Ibsen, de Fernando de Rojas o de Brecht, de García Lorca o de Machado en sus poemas, del Vallejo desgarrado y primero en la lista de tus preferencias, nosotros ahora te traemos a ti. Pero la máscara de la escena apenas fue una de las caras del prisma de tu riquísima persona.

El Derecho y la Política, así con mayúscula, también te reclamaron y te brindaste entera. Entera y de pie, así entraste en la declinación de tu enfermedad que solo mostraba una salida.

Y hacia allí fuiste caminando heroica, como la heroica Antígona de tu interpretación. La heroína griega marchaba hacia la muerte, sin un quejido, sin ningún lamento, igual que tú, pero su muerte acaecía en el escenario; la tuya era real y te esperaba en una cama. Fuiste infatigable labradora, porque aún en tu lecho de agonía, me pediste, por teléfono, material sobre la Academia para interiorizarte de tu posible tarea futura.

Una sola vez pudiste acompañarnos en un plenario. Tu presencia y las palabras que dijiste, como esbozo de tu futuro posible e incierto discurso de ingreso, nos marcaron a fuego a todos los presentes. Porque traías luz de inteligencia, de sensibilidad y de cultura,. Resplandor de grandeza.

Tengo, en mis recuerdos personales, uno, que es de los más queridos.
Corría el año 1958 o 1959. Era un adolescente que me asomaba al mundo en clave de asombro y maravilla. Ya tenía dentro de mi la semilla, de la Poesía, lírica o dramática. Y fui a un pequeño teatro que funcionaba en la calle Rincón, Club de Teatro. Allí se representaba la obra de un autor que acababa de estudiar en el liceo, bajo la mano sabia de un gran profesor que fue el granadino, exiliado montevideano, Manuel García Puertas. Habíamos estudiado “Bodas de Sangre". Representaban otra obra “La casa de Bernarda Alba". Como es casi obvio, yo no conocía nada de ese autor. Aquel drama de encierro y opresión era dirigido por otro desconocido para mi juventud: Antonio Larreta. Tú interpretabas el personaje de La Poncia. Una sirvienta resentida, a veces cruel, canalla otras. Un movimiento, cada gesto, la inflexión sonora de cada parlamento, me hechizaron. Lo interpretabas tú. Luego vi otras Poncias, más flojas, más bonachonas, más vulgares. Pero la majestad oscura de aquella interpretación no fue jamás opacada por ninguna posterior. Años después en el desaparecido Teatro Odeón, fui espectador de una deslumbrante Celestina, que atravesaba aquel escenario como una siniestra tarántula de Sombra.

Luego siguieron rodando los años, para mal y para bien. Entrada la década del 70, sobrevino mi destitución como docente, igual que a muchos otros cientos de colegas. Y allí comencé otra vida, otro trabajo: me estrené como comerciante, asociado a mi hermano el arquitecto Carlos Arbeleche, también destituido de la llamada por entonces DINAVI (Dirección Nacional de Vivienda), y al diseñador Óscar Álvarez, en una boutique de ropa femenina. Fueron ocho años aciagos, pues jamás serví como vendedor. Hacía otra parte, bastante ingrata por cierto, que se refería a cobros, pagos, compras, etc. Nada me gustaba. Pero un día Óscar me advierte que esa tarde vendría a probarse ropa Nelly Goitiño. Fue el “ábrete sésamo” de Alí-Babá. Empezamos a conversar y de inmediato se estableció la afinidad, la comunicación y la amistad. Tú también habías sido destituida del Poder Judicial.

Hicimos muchas cosas juntos, estudiábamos, preparábamos actos que a veces nos los prohibían a último momento. Pero seguíamos y seguíamos.

Junto a Vera Sienra y Derby Vilas, armamos en Teatro Circular un espectáculo musical, con música de Vera y poemas míos que se llamo “Algo que contar”. Allí, Nelly, nos enseñaste algo más que el arte del Teatro y la Poesía. Nos enseñaste el arte de la superación del Miedo. Porque todos vivíamos con miedo, en esos días. Y tú nos revelaste que el miedo se acompaña de coraje. Coraje para enfrentar las atrocidades de la dictadura, coraje para elevarse de la derrota y coraje para desterrar el fracaso. Coraje para amar la Vida.

Y como decía Aureliano Buendía, el personaje de García Márquez, de Cien años de Soledad, el tiempo da vueltas en redondo. Así pues, rodando los días fui tu amigo y también de Antonio Larreta. Como diría el gaucho Rodríguez, de Paco Espínola Mágica, eso, mágica.

Mágica fue tu persona.

La magia que nos brindaste es de calidad indeleble y nos penetra a fuego. Lumbre que ilumina y abriga.

Gracias, Nelly. Gracias, Nelly Goitiño.

Extraído de la Revista de la Academia Nacional de Letras -
Montevideo - Uruguay


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